Entre los muchos efectos de la pandemia que hoy padecemos, se cuenta la puesta en valor de La estética fósil, el libro de Jaime Vindel publicado hace pocos días por Arcadia y el Macba. Porque si algo ha hecho la pandemia es demostrar que lo que él llama << la crisis ecosocial>> – en vez de crisis ecológica – es un hecho irrefutable, que el virus antes que enmascarar ha contribuido a desnudar. La drástica reducción de la actividad económica normal, resultado de las duras medidas de confinamiento durante los meses de abril y mayo, redujeron la contaminación atmosférica a tal punto que se hizo evidente la correlación entre ambas. Y el rebrote de la vida animal, simbolizado en las imágenes de cisnes en los canales de Venecia y de una piara de cerdos circulando a la luz del día por las calles de una ciudad gallega, obró a favor de quienes argumentan que esta pandemia hace parte de la aceleración e intensificación del ciclo de epidemias causado por la destrucción de la biodiversidad y por el tratamiento infame que las industrias cárnicas infringen a los animales.
Jaime Vindel piensa que para tomar conciencia realmente de lo que significan los datos que actualmente dan fe de los efectos de la crisis ecosocial es necesario reflexionar sobre los imaginarios sociales que tanto ha contribuido a precipitarla. Para inducir y alimentar dicha reflexión dedica la primera parte de su libro a una minuciosa reconstrucción de cómo, cuándo y contando con qué protagonistas se forjaron en los siglos XIX y XX dichos imaginarios y como se desplegaron en los campos de la política, la sociología, la psicología y la cosmología, etcétera. Imaginarios que califica de << fósiles>> porque su sustrato material fueron las revoluciones industriales permitidas por la utilización a gran escala de los combustibles de origen fósil: el carbón primero y el petróleo después. El eslabón perdido que une a la imaginación con la materia en estos períodos históricos, Vindel lo encuentra en la <<energía>>, que para él es tanto un concepto científico definido con precisión por la termodinámica como una metáfora que cumple un papel crucial en la articulación de tales imaginarios. Y para evitar los riesgos de un determinismo crudamente materialista, Vindel inserta dicho vínculo en una <<genealogía histórica>> a la que califica de << ciencia diagramática y parcial del caos>>. Una ciencia mas próxima al << plan de consistencia >> deleuziano que al esquema racional kantiano y que hace de su libro un collage.
Añado que Vindel usa el termino << estética>> en sentido lato, como impresión sensible, así en general y no como característica atribuible en exclusiva a las experiencias sensibles que ofrece el arte. Por lo que esta obra suya apenas ofrece referencias al arte en sentido estricto, aunque si se ocupa y de manera extensa dos pensadores que si se ocuparon del arte: Abby Warburg y Walter Benjamin. Dos pensadores que sin embargo se destacaron precisamente por subvertir las fronteras entre el arte y el resto de las actividades y prácticas sociales. El primero yuxtaponiendo en su <<Atlas Mnemosyne>> a las imágenes del arte otras de las más insólitas procedencias y el segundo reivindicando a la fotografía y al cine como los principales agentes de la disolución de la esfera cultual del arte. Vindel le afea sin embargo a este último, que dicha reivindicación la supeditara a los presupuestos energéticos de la estética fósil. Algo que me parece una injusticia, porque la relación de Benjamin con dicho paradigma es mucho mas compleja de lo que él da por hecho.
Pero esta objeción en nada desvirtúa el extraordinario interés de esta obra.