Los contenidos de esta gran retrospectiva tan admirables como su puesta escena en la que se ha jugado sabiamente con las infinitas posibilidades ofrecidas por el ajedrez. El juego que es más que un juego, que es una cifra del universo si se quiere, donde la regla y la imaginación celebran el mismo duelo sin fin que se juega en el arte. Por lo que tiene todo el sentido del mundo la decisión curatorial de Susi Blas de adoptar al ajedrez como canon de interpretación, disposición y exposición de esta deslumbrante cala en la polifacética obra de Mabi Revuelta. Y de convertir por consiguiente el conjunto en una insólita partida de ajedrez en la que se juega ajedrez dentro del ajedrez. O para ser precisos: en una inmortal partida de ajedrez jugada simultáneamente por la misma jugadora en varios tableros. En cuatro en realidad. Porque las obras expuestas están agrupadas en cuatro capítulos o partes que corresponden con cuatro eras que son tanto del ajedrez como del arte: la romántica, la científica o clásica, la hiper moderna y la dinámica. Eras, etapas o momentos de una historia que arranca en 1830 y llega hasta nuestros días y en la que se entrelazan las obras de Mabi Revuelta con los grandes nombres del ajedrez y del arte. Es una historia y también un itinerario, un recorrido espacial que abre y cierra Acromática, las dos películas que dan nombre a esta exhibición y que para mi constituye una brillantísima apropiación de las lecciones impartidas por el Oscar Schlemmer del Ballet triádico, en la que resuena las ofrecidas por Marcel Duchamp y desde luego por esa pareja incomparable formada por Merce Cunningham y John Cage.