La rampa de Hallifax de Bil Brandt.

 

“Rampa en Hallifax” es probablemente la más sombría entre todas fotos sombrías que en el mundo han sido. Bill Brandt la captó en una callejuela de dicha ciudad inglesa e hizo una primera copia que tuvo tanto éxito que no dudó en hacer unas cuantas más, en las que se  esforzó por suprimir hasta anularlos aquellos detalles de la arquitectura del imponente volumen que domina la escena, que podrían trivializarla. Él siempre fue un mago del revelado, un alquimista en la era de la nueva objetividad fotográfica. Y si volvió una y otra vez sobre esta imagen fue porque comprendió que era la perfecta alegoría del stimmung, del estado de ánimo verdaderamente sombrío de una época que ofrecía abundantes motivos para generarlo. La foto está fechada en 1937, cuando la invasión japonesa de China se sumó a la intervención de las potencias fascistas en la guerra civil española, para advertirle  hasta a los más cándidos que una nueva y aún más catastrófica guerra mundial era tan inminente como inevitable. Georg Lukács, ese filósofo de la alienación y la reificación, había calificado a Ser y tiempo de Martín Heidegger y sus reflexiones sobre “el ser para la muerte” de “Miércoles de ceniza” de la  burguesía alemana. Y no le falta razón a Ramón Esparza – el comisario de la extraordinaria antológica de Bill Brandt en las salas de la Fundación Mapfre de Madrid – cuando subraya el papel crucial de lo “siniestro”, del unheimlichkeit freudiano, en su obra. Tan vasta y compleja y sin embargo tan unitaria. Otro sí: el retrato de Francis Bacon, la vera imagen del desasosiego.

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