Sueño y mentira: el meridiano de Manila.

El Palacio de Cristal, que hoy día nos parece tan modesto  y que en su día resultó magnifico, es un espacio de exposiciones que plantea a los artistas que allí exponen un gran desafío. Y no es fácil acertar, como lo demuestra la mayoría de las exposiciones de artistas contemporáneos realizadas allí en las últimas décadas. Entre las que han resultado satisfactorias por no decir sobresalientes no se encuentra desgraciadamente la de Pep Agut inaugurada hace pocos días. Yo diría que se le abona la intención de evocar el origen colonialista de este palacio, obra del arquitecto Ricardo Velázquez Bosco, y construido exprofeso para la celebración de la “Exposición general de las Islas Filipinas”, inaugurada en 1887 por la reina regente María Cristina. Pero solo la intención, porque la evocación se queda realmente corta. Es tan elíptica, tan comedida, que apenas araña una historia que es tan problemática y hasta trágica como ha sido la historia de España desde entonces. Porque esa réplicas en yeso de los columnas de hierro que sostienen el palacio rotas y tiradas por el suelo, pueden ser interpretadas como imágenes de la ruina definitiva del Imperio español, precipitada por su derrota en 1898 por el Imperio americano en impetuoso ascenso. Pero no dice nada del contenido de aquella exposición que, muy acorde con el zeitgeist de la época, mezcló la exhibición de las riquezas naturales de las Filipinas con la exposición de abundante material etnográfico sobre usos y costumbres de los pueblos originarios del archipiélago, considerados como otros tantos recursos naturales y/o  como objetos de generosos procesos de evangelización y civilización aún no consumados. No habría sido del todo inútil que Agut hubiera traído de algún modo a cuento esta faceta ominosa de la historia del palacio, hoy  cuando se renueva con ímpetu la reivindicación del pasado imperial.

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